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INTRODUCCIÓN A LA PSICOSOMÁTICA Y T.IM.D. (TERAPÉUTICA DE LA IMAGINACIÓN MATERIAL Y DINÁMICA

Susana L. Rotbard

          Una óptica del sujeto que abría una perspectiva nueva dentro del campo del psicoanálisis era la inclusión del espacio y del tiempo subjetivo en relación a una sensorialidad que abarca el cuerpo libidinal, pero que lo sobrepasa volviendo a sus fundamentos para incluirlos en una subjetividad que se profundiza en el interior de los límites del cuerpo erógeno.

          En otros casos que presentaban patologías orgánicas severas o trastornos funcionales, instrumenté técnicas de expresión que, sin ser específicamente lúdicas, incluían lo gestual y la participación de la sensorialidad, a través de trabajos con materiales de diferentes texturas. Todas estas técnicas me permitían realizar un análisis fenomenológico del espacio, del tiempo y de los objetos proyectados que invariablemente desembocaba en la vivencia por parte del paciente de su posición como sujeto inmanente a la imagen del cuerpo, imagen no sólo visual sino también táctil y kinestésica. Una nueva metodología de trabajo que consistía en un análisis fenomenológico de producciones no verbales me permitía ampliar significativamente el trabajo psicoanalítico.

          Este trabajo modificaba sustancialmente el funcionamiento psicosomático del paciente, revirtiendo problemas funcionales y consiguiendo la remisión de patologías orgánicas severas.

          En ese momento me sorprendió descubrir en el texto cómo el cuerpo aparecía con un poder general de estructuración de la experiencia sensible que abarcaba la representación de la realidad y del sujeto.

          Sami-Ali se refería a un cuerpo tomado no sólo en su realidad fantasmática, sino también en su realidad material.
Cuerpo sensorial que incluye la lateralidad manual derecha-izquierda, la cerebral de los dos hemisferios y la visual en la que dos imágenes retinianas se vuelven una gracias a una proyección sensorial que sigue el camino de la motricidad ocular.

          Allí Sami-Ali introduce un concepto que remite a un proceso y que es clave en su teoría: la proyección.

          Dicho proceso sobrepasa la función defensiva, función que Freud estudió en profundidad.

          En este proceso, el cuerpo funciona como esquema de representación con un poder de síntesis absolutamente original.

          El cuerpo en su materialidad es fuente y origen de la representación del adentro y del afuera constituyendo la trama primaria del sí mismo.

          La proyección de la que nos habla Sam- Ali, en sus comienzos es sensorial. Esto quiere decir que a través de toda la sensoriomotricidad y a través de la visión binocular se desarrolla un proceso que configura un adentro y un afuera del sujeto antes de que el sujeto logre introducir en su mundo representacional, la tercera dimensión. Aquí vemos cómo la localización de las imágenes en el espacio es en sí misma un proceso de proyección en el plano motor.

          Asimismo, antes de llegar a la captación objetiva del mundo, los objetos son imágenes del cuerpo.

          De esta manera, estas adquisiciones iniciales, o sea, el espacio configurado bidimensionalmente y los objetos imágenes del cuerpo, son el resultado de la mediación del propio cuerpo en la creación de lo imaginario.

          Sólo después del pasaje por un distanciamiento real respecto del objeto, distanciamiento que incluye la posibilidad de tomar distancia utilizando la motricidad así como también la de separarse de las propias heces el sujeto va a acceder a la dimensión de profundidad pero habiendo atravesado antes la vivencia de ausencia y presencia en relación al objeto interiorizado.

          Vemos aquí cómo lo expone claramente Sami-Ali en el Espacio Imaginario, cómo el cuerpo es el a-priori del espacio y de la representación.

          Se vuelve necesario explorar “una dimensión anterior a la capa superior simbólica de una actividad profundamente arraigada en la sexualidad infantil”.

          Dimensión que no por ser anterior deja de subsistir en el inconsciente configurando diversos planos de estructuración de la imagen del cuerpo y de la representación del mundo que permanecen como huellas mnémicas de diferentes momentos evolutivos.

          Así retoma la dimensión biológica del cuerpo, que excede la sexualidad infantil, sin dejar de remarcar y profundizar la influencia determinante del contexto relacional.

          La constitución de una identidad corporal aparece como una obra que necesita de la constitución de un mundo vincular que permite al niño efectuar esta síntesis corporal.

          El paradigma de una función neurofisiológica que se constituye en la relación diádica madre-hijo es la visión binocular.

          En ésta coinciden por una parte la motricidad ocular, a la que incumbe la tarea de hacer coincidir dos imágenes retinianas y, por otra, los mecanismos cerebrales que se encargan de fusionar en un solo objeto esas mismas imágenes.

          La visión binocular se constituye en relación con el primer objeto, que es la madre y, especialmente, su rostro, es decir los ojos en los que el niño fija los suyos. La perturbaciones de la convergencia nos remiten a la dificultad de esta primera convergencia que, de todos modos, está sostenida por la cuestión de la distancia óptima a establecer con el objeto primordial. Distancia en la que se juega un conflicto centrado en la pasividad y la actividad.

          Esta función puede alterarse fisiológicamente, como en el estrabismo, debido a una relación en la que la indiscriminación sujeto-objeto, alcanza casi su punto máximo.

          “En el plano clínico, la visión binocular está asociada con dos grupos de síndromes: por un lado, con desórdenes psicomotores globales (mala lateralización y desorientación espacio-temporal) o desórdenes parciales (tartamudeo, disortografía, dislexia, discalculia, etc.) y, por el otro, con diversos fenómenos somáticos como el glaucoma, las cefalalgias”.

          Sami-Ali ejemplifica con estas afecciones que están más cerca del dispositivo ocular, el profundo arraigo de la visión binocular en el propio cuerpo en cuanto totalidad sintética originaria.

          Esta nueva perspectiva del cuerpo me permitió reconocer y trabajar en profundidad la proyección del espacio corporal en toda la diversidad de sus componentes sensoriales y kinestésicos, accediendo de esta manera a diferentes imágenes del cuerpo según la regresión del paciente.

          Otra cuestión relevante que surge a partir de la T.I.M.D. es que en los pacientes se produce una modificación en la relación entre la vigilia y la vida onírica.

          En efecto, una de las primeras manifestaciones clínicas que aparecían era la recuperación del recuerdo de los sueños.

          Después de años de olvido, los sueños reaparecían, y junto con ellos, modificaciones en el funcionamiento psicosomático.

          La proyección tiene un estatuto fundamental en la creación de la subjetividad.

          En efecto, el proceso proyectivo interviene en “la forma más primitiva del funcionamiento del aparato psíquico, antes que la masa sensorial se reparta en percepciones y alucinaciones regidas por el principio de realidad y el principio del placer respectivamente”.

          “Desde los primeros gritos, incluso potencialmente durante la vida intrauterina, la función alucinatoria actúa incesantemente para reducir las tensiones”.

          En su libro “De la Proyección” Sami-Ali concibe “la proyección no tanto como el mecanismo analítico sino como su homólogo neurofisiológico considerado bajo el ángulo del principio del placer “.

          “La actividad proyectiva primordial es una matriz donde se origina lo real y lo imaginario”.

          “Sinónimo de proyección, lo imaginario no se reduce sólo a la representación por imágenes. Es un proceso simultáneamente psicológico y biológico fundante de la salud y la enfermedad”.

          “La psicosis perturba todo el funcionamiento psicosomático, reforzando sobre todo, de manera notable, las defensas inmunitarias. En consecuencia, la proyección posee un valor biológico indudable por el cual se explica la correlación negativa entre proyección y somatización”. Dicha correlación no es absoluta”, en el sentido que se adscribe básicamente al modelo del sueño no sólo como cumplimiento alucinatorio del deseo. “El valor del sueño en el equilibrio psicosomático de un sujeto radica fundamentalmente en su potencial transformador del displacer en placer.

          De esta manera, la somatización, exceptuando la conversión histérica, sería el equivalente del residuo real intransformable en el sueño”.

          Esto me aclaró casi completamente el panorama en relación a mi abordaje terapéutico.

          Si los pacientes lograban reestablecer la continuidad entre la vida onírica y la vigilia, podrían reestablecer el equilibrio psicosomático perdido.

          La imaginación material pone en juego esquemas de representación a medio camino entre lo abstracto y lo concreto, portadores de un sueño que no deja de actualizarse y que hacen uno con el propio cuerpo, que se proyecta en un espacio y objeto que son imágenes de sí”.

          Lo banal es lo que tiende a lo idéntico con exclusión de lo imaginario.

          Lo idéntico es expresión del poder de lo anónimo en una cultura que reproduce en lo individual las fuerzas adaptativas que conducen al conformismo y a una subjetividad sin sujeto.

          La subjetividad sin sujeto corresponde a la sustitución de lo imaginario individual por un imaginario colectivo.

          Este imaginario colectivo adquiere un poder anónimo y por la vía de la relación madre-hijo, socava la identidad en sus fundamentos.

          La madre, sometida a la reglas adaptativas le impone al sujeto la creación de un espacio que no coincide con la proyección del espacio del cuerpo del niño; también le impone un tiempo que no coincide con la proyección de los ritmos genuinos del niño.

          De esta manera “el espacio y el tiempo, en lugar de ser creaciones que emanan del cuerpo en tanto esquema de representación se ven suplantados por “marcos de referencia” que se aplican desde el exterior, sin el cuerpo”.

          Así, “el imaginario colectivo cede lugar a un imaginario social provisto de autoridad que el sujeto reproduce por reglas adaptativas para ser “como se debe”.

          Así, se instala una patología de la adaptación que determina una represión lograda de la función de lo imaginario y que crea una situación de riesgo que predispone a enfermar.

          La relación del sujeto con la figura materna que precede la organización psicosomática es primordial. Es esta relación la que va a posibilitar al niño efectuar una síntesis corporal.

          “En el corazón de este proceso nace la proyección sensorial que permite al niño representar su cuerpo asimilándolo a todos los otros objetos que comienzan a aparecer como exteriores.

          Esto se realiza en un juego imaginario fundante de nuestra diferencia con el semejante, fundante de nuestra identidad”.

          La organización de la temporalidad así como la de la espacialidad está ligada profundamente con el logro de la autonomía corporal del sujeto.

          El tiempo psicológico del sujeto está determinado por las necesidades del cuerpo, según éstas queden satisfechas o insatisfechas en un ritmo cíclico elemental de tensiones y de descargas que se regula por medio de los cuidados maternos.

          Así, toda representación del sujeto y del mundo, cualquiera sea su grado de abstracción, pasa por una configuración corporal.

          Si bien en el abordaje de la patología orgánica profundizamos el funcionamiento subjetivo que determina lo que Sami-Alí denominó “patología de lo banal”, como terreno predisposicional, a lo largo de su obra se va perfilando cada vez más nítidamente el papel primordial del desencadenante de la enfermedad orgánica: una situación sin salida que excede los términos del conflicto neurótico y “vuelve no elaborable un conflicto próximo de lo impensable psicótico”.

          De esta manera, la patología de la adaptación y la situación sin salida están presentes en diferentes patologías orgánicas.

          “La somatización no tiene aquí nada de específico, salvo el hecho de que en todas partes se sitúa en el lugar de lo imaginario”.

          Teniendo en cuenta que "una situación sin salida" puede afectar a cualquier sujeto, la posibilidad de enfrentarla va a depender de los recursos que provengan de su riqueza proyectiva o, dicho de otro modo, de la presencia o ausencia de la represión de la función de lo imaginario. Pero hay que tener en cuenta que, en contraposición con lo real, el cuerpo imaginario surge a la vez del cuerpo y de la cultura. La antropología nos acerca al estudio de ciertas sociedades donde el sueño y el afecto son siempre parte integrante de la experiencia común de cada uno. En este sentido es significativo que en un país como Egypto, por ejemplo, no encontremos en absoluto un funcionamiento comparable al del “pensamiento operatorio” o al de la “alexitimia”; el imaginario impregna tanto lo imaginable que se torna impensable que se pueda no soñar. Las concepciones de la psicosomática fundadas sobre un postulado de carencia parecen así reflejar una posición sociocultural determinada, inclinada hacia a adaptación en detrimento de lo imaginario, y en la cual lo banal constituye el modo de funcionamiento prevaleciente. Carencia de un pensamiento frente a lo negativo, que transforma en carencia. ¿No es esto entonces la prueba de que lo somático es indisociable de lo cultural y que la patología orgánica no puede deducirse únicamente del funcionamiento? Otro modelo debe intervenir para dar cuenta del fenómeno global en su complejidad.

          Ese otro modelo que ya fue esbozado en “El Haschich en Egipto” y en “Lo Banal” constituye una tentativa de fundamentar de otra manera el concepto de lo somático, en la intersección con la medicina, el psicoanálisis y la psicosomática.

          De esta manera, la teoría de la psicosomática “se encuentra incluida en un cuestionamiento que se ubica en el interior de una antropología cuyo punto de partida, y únicamente el punto de partida, es el psicoanálisis”.

          La teoría de la Psicosomática plantea la primacía absoluta de la relación, que no debe confundirse con la relación de objeto, y que define con respecto al funcionamiento y a la situación conflictiva a la vez”.

          “En esta óptica, el funcionamiento se determina por referencia a la vida onírica, presente o ausente en grados variable, siendo el sueño el fenómeno fundamental que articula lo psíquico y lo somático. Por su parte, la situación conflictiva presenta formas particulares que van del conflicto soluble a la situación sin salida; situación sin salida alrededor de la cual se plantea el problema de la enfermedad somática. En consecuencia, al no poder salir del atolladero por otros medios como ser la psicosis o la creación, la patología orgánica sería el signo de encierro en el interior de una situación sin salida, vivida a veces a través de la angustia y de la depresión. Y esto sin dejar de lado el rol de los factores genéticos ni mucho menos.

          En un nuevo análisis de los conceptos de angustia y depresión, la patología orgánica se aborda en función de algunos atolladeros específicos asociados con patologías específicas.

          De modo tal que, una terapéutica en psicosomática deberá tender a la ampliación de lo imaginario, a través de un trabajo que posibilite el fracaso de la represión lograda asegurando la continuidad anímica entre el sueño y la vigilia.

          Desde esta perspectiva en cada sujeto, su orientación hacia la salud, es la prolongación de una continuidad entre el cuerpo real y el cuerpo imaginario.

          Esta continuidad es clave en la constitución de una identidad que reafirme la subjetividad para enfrentar y elaborar las situaciones conflictivas o de atolladero que se presentan en la vida.

          La Terapéutica de la Imaginación Material y Dinámica prioriza la ampliación de la imaginación creativa y de la afectividad mediante la puesta en marcha de un tipo de imaginación -material y dinámica- que posibilita la apertura a lo imaginario y a las dimensiones del afecto, ambos sostenidos por la proyección y enraizados profundamente con la experiencia del mundo vivida corporalmente.

          “El afecto y la representación son el anverso y reverso de un mismo y único fenómeno al cual dan acceso la percepción y la proyección, paralelamente a la presencia del cuerpo en el mundo y del mundo en el cuerpo”.

          La corporalidad en tanto representación es una continuidad imaginaria de un cuerpo real, material, que es el cuerpo de la lateralidad manual, derecha- izquierda, de la visual en la visión binocular, y de la lateralidad de los dos hemisferios cerebrales.

          El cuerpo real es también el de los ritmos, no sólo fisiológicos o cardíacos, sino los que atañen a lo gestual-motriz.

          También en la representación del mundo reconocemos la continuidad del cuerpo real por mediación de la motricidad.

          La imagen que el sujeto se forja del mundo exterior proviene de una experiencia sensorial de aprehensión del espacio y de los objetos; dicha experiencia puede llevarse a cabo cuando previamente existe la posibilidad en el niño de una actividad propia que le permita acercarse al objeto para recorrerlo y conocerlo.

          Acciones como seguir con la mirada, con la mano, acercarse, separarse, etc. le van a posibilitar la aparición perceptiva de la realidad exterior.

          En ese sentido toda imaginación supone esquemas operacionales, en la medida en que el objeto en la imagen es la resultante de acciones combinadas que se ejercen sobre él.

          De esta manera, como lo estudia Sami-Ali, el cuerpo aparece como "esquema de representación" en la constitución de los objetos, del espacio y del tiempo de los objetos. Esquema de representación que parte de lo real para desembocar en lo imaginario por la vía de la proyección sensorial.

          En este proceso, lo imaginario se constituye en una trama relacional fundante de la subjetividad.

          En la relación madre-hijo se constituyen las coordenadas espacio-temporales que van delineando un adentro y un afuera, un antes y un después.

          El encuentro dinámico y significativo entre el gesto del niño y las expresiones del adulto posibilita la creación de una interioridad de representaciones. Éstas están hechas de objetos, de un espacio y un tiempo que constituyen el correlato anímico, subjetivo de un cuerpo social, un cuerpo que forma parte de una trama relacional.

          Esta interioridad representacional se constituye gracias a la potencialidad humana de crear un mundo de imágenes que se desligan y adquieren autonomía respecto del cuerpo como fuente material.

          Simultáneamente a la creación del mundo representacional, en el intercambio con la madre, el niño va a encontrar la satisfacción de las necesidades en un ritmo de cargas y descargas, de tensiones y distensiones.

          Sami-Ali reconoce la influencia de este clima materno precoz en la regulación del ritmo del reposo y la vigilia que influye en la posibilidad de acceso a la vida onírica y que incide notablemente sobre el funcionamiento psicosomático.

          Así, lo imaginario comienza a constituirse en los primeros intercambios madre-hijo, y forma el núcleo subjetivo generador de la afectividad, la creatividad, la capacidad de ensueño, la empatía, la intuición, etc.

          La función de lo imaginario se despliega en el sueño y en sus equivalentes en la vigilia como el juego, las fantasías, la ilusión, el delirio, la creencia, la transferencia y el afecto, unificando el funcionamiento psíquico en un ritmo que marca la continuidad del interior-exterior y del sueño y la vigilia.

          La experiencia estética en sus diferentes manifestaciones es uno de los caminos posibles de expresión del afecto en la proyección en un espacio y un tiempo imaginarios. Sólo que (a diferencia del sueño, de la fantasía o de la alucinación) en la creación, el sujeto deja de ser sólo un espectador de lo que le sucede y construye realidades nuevas: objetos, espacios, tiempos que son la proyección de la intimidad de su ser y que posibilitan el acceso a una transformación de sí mismo en la dialéctica de la producción de sentido.

          Lo inefable de la producción crea una atmósfera que remite a lo enigmático, a lo inexplicable por la razón, a aquello que nos alcanza por los caminos de la intuición.

          En los pacientes en los que la represión de la función de lo imaginario se extiende a una modificación caracterial que compromete el funcionamiento psicosomático, es fundamental trabajar tendiendo a la liberación de lo imaginario para lograr una apertura a la experiencia del mundo que posibilite el surgimiento del afecto como prolongación del propio cuerpo y asegure la continuidad sueño-vigilia.

          El trabajo terapéutico que implemento pone en juego dos tipos de imaginación: la imaginación material y la imaginación dinámica.

          Ambas están presentes en la poesía, en la pintura, en la escultura y también en el sueño, como lo explicó Gastón Bachelard.

          Él sostiene que la misma resistencia que uno encuentra en la materia se puede encontrar a nivel de la representación en imágenes, en distintas clases de sueños donde aparecen materias distintas.

          En su obra, Bachelard se refiere a la imaginación material, la cual puede estar ligada, por ejemplo, a los cuatro elementos: aire, fuego, agua y tierra, y a la imaginación dinámica, que está relacionada con la gestualidad, pero de ningún modo alejada de la imaginación material. En efecto, así como determinada gestualidad está ligada a la materialidad de la experiencia - por ejemplo, tenemos que hacer más fuerza para trabajar con una materia más dura -, también se halla implícita la imaginación dinámica cuando se sueña, porque aparecen la gestualidad y la acción - que conforman el dinamismo - y la materialidad del objeto.

          La imaginación material pone en juego la memoria afectiva que encontramos también en los sueños, posibilitando también que emerja la representación inconsciente del cuerpo y con ésta, el acceso no sólo al cuerpo imaginario sino también real.

          Al mismo tiempo, la acción sobre la materia pone en funcionamiento el ritmo de la gestualidad.

          Ese ritmo se proyecta en una temporalidad que podrá ser aprehendida a posteriori de la creación, en la percepción actual de la producción y en el recuerdo inmediato de lo realizado.

          Esa temporalidad se manifiesta en un espacio que es, asimismo, proyección del espacio corporal.

          Tiempo y espacio se configuran en una proyección naciente y en progresión hacia la recuperación de lo imaginario como expresión de la subjetividad.

          En esta terapéutica se implementa una técnica -integrada al trabajo de análisis- tendiente a activar lo imaginario, liberando lo inmanente a su constitución: la afectividad que, ligada profundamente con la infancia del hombre, alcanza su máxima expresión, en los sueños.

          ¿Cuál es la propuesta no explicitada para el paciente?

          En el marco de un escenario en el que se actualizan escenas o fragmentos de escenas vividas o imaginadas, por las que deambulan múltiples sombras de personajes que van a anclar en la persona del analista, la propuesta es un juego que remeda esa actividad creadora en la que el niño era un "dios-creador" de una espacialidad propia, dueño y señor del tiempo y ajeno aunque más no sea por instantes, a la normatividad imperante en el mundo de los adultos.

          Las técnicas utilizadas estimulan un desarrollo de la creatividad, en que se pone en marcha la proyección como mecanismo creador de una realidad exterior que nos permitará descubrir 1) la manera de sentir el cuerpo como realidad plena de significación relacional; 2) la condensación y el desplazamiento de la representación del cuerpo, y de fragmentos de experiencias vividas, para acceder, posteriormente, por la vía de la interpretación a un registro simbólico de éstas; 3) la creación de un espacio apto para descubrir posiciones relativas y cambiantes del sujeto que lo produjo; 4) la representación espacial (por parte del sujeto) de la vivencia del tiempo; 5) emociones ligadas a la memoria sensorial, vía una selección de ciertos materiales que poseen determinadas caracteres sensibles ; (6) la puesta en juego de acciones sobre la materia sensible que reproducen modalidades de conducta, (ej; acercamiento, alejamiento, fuga), actualización de modos relacionales con determinados ritmos y periodicidades cambiantes, la ampliación de los ritmos corporales,y descubrir por último; 7) el ordenamiento de lo realizado tendiente a "la realización de deseos", y la representación de los obstáculos presentes en la materialización del mismo.

          Se le ofrece al paciente un espacio físico-temporal en el que el sujeto se colocará en una posición de creador y espectador de lo que realice, en una relación protagónica.

          A través de un trabajo de creación, se favorece una gradual y progresiva puesta en marcha de mecanismos proyectivos generadores de un espacio visual -apto para ser percibido- como un terreno posible de despliegue del espacio de la fantasía en el texto del contexto de la transferencia.

          ¿Por qué la sugerencia de trabajar con elementos concretos?

          Porque lo concreto es para estos pacientes, apegados a un hiperrealismo, lo reconocido y aceptado como existente. De este modo, a través de lo que es valedero en su creencia de lo existente (realismo vacío de subjetividad) accedemos a sus potenciales capacidades de expresividad(d).

          En ellos actúa la represión de lo imaginario y predomina "lo banal" (S. Ali) como modalidad existencial.

          Es aquí donde se impone llegar al ser abriéndonos camino entre los obstáculos, camuflando los medios a utilizar de modo que los mismos guarden una familiaridad con el entorno conocido, aquel entorno que siendo extraño a su ser se adueñó de éste para transformarlo en esclavo de un realismo mutilante de la interioridad.

          La lucha con el hiperrealismo, la llevamos a cabo con sus mismas armas: elementos banales de la existencia, para lograr en la sucesión de múltiples trabajos proyectivos, una coexistencia de lo banal con lo imaginario, coexistencia en la que progresivamente éste vaya ganando terreno en la recuperación de la percepción de las emociones y de los sueños antes olvidados. O sea, conseguir que la represión lograda fracase.

 

Aproximación a la metodología de trabajo.

          El paciente realiza un trabajo libre que puede incluir el modelado con arcilla, un collage con diferentes materiales de deshecho (cartón hilos, lana, telas, etc,), con materiales naturales (flores secas, algodón arena, piedras, etc), el armado de formas y figuras utilizando madera, alambre, etc. Puede utilizar cualquier material que halla en ese momento en el taller, o bien elementos que él haya traído.

          En el trabajo de taller, se estimula en un hacer una espontaneidad sensorio-motriz que tiene cierto carácter de automático, ya que la consigna es que tanto en la elección de los materiales como en la construcción no exista un a-priori.

          La técnica de trabajo creativo consta de tres partes:

          1) Selección de los materiales a utilizar.
              Se pone de relieve el espacio de la percepción al servicio de una ganancia en la sensorialidad.
              La segunda parte de la técnica consiste en:
          2) Las actividades que realiza el paciente.
              El espacio de la percepción se integra al de la fantasía con predominio de la motricidad.
              En el hacer, encontramos la proyección de la gestualidad en el espacio.
          3) El tercer momento corresponde a la percepción y descripción (en el sentido fenomenológico) y asociación (en el sentido hermenéutico o interpretativo) sobre lo realizado.

          El espacio de la fantasía se integra al espacio de la percepción, con predominio de lo visual, subrogándose ambos al discurso asociativo.

          Considero que la imaginación material, referida a la percepción, posibilita una vivencia mnemónica que facilita la liberación del afecto, y que puede funcionar como mediadora en el pasaje a la significación.

          4)Intervención del analista.

                  a)Trabajo sobre lo estético, lo formal, lo material y el contenido. b)Trabajo de relación entre espacios y estados.

                  c)Interpretación.

          El analista interviene en un principio estimulando al paciente a descubrir-producir (a través de las formas, materiales, imágenes, y de diferentes componentes estéticos) signos, analogías, similitudes, isomorfismos que en muchas ocasiones evocan emociones, otras imágenes, gestos, cuya significación vivencial no es fácilmente transponible a otro código.

          Ambos, terapeuta y paciente realizan trabajo de relación entre dos espacios: el espacio de la percepción (espacio de tres dimensiones) y el de la fantasía, del juego o de la actividad creadora: espacio bidimensional de inclusiones recíprocas.

          Simultáneamente, van realizando una relación entre dos estados: el estado presente y la historia del paciente.
Sintetizando:

          El paciente, creador, actor y espectador, se contempla en lo realizado y el analista, socio espectador, al mismo tiempo que encarna las sombras errantes de personajes nunca vistos, comienza a constituirse en ordenador simbólico, asociando también en esa función, al paciente.

          Volvemos a encontrarnos con el concepto de esquema en la intelección de toda la vida representativa y es fundamental para la comprensión metapsicológica de los fundamentos de la T.I.M.D. ya que cuando los pacientes crean, siempre los guía alguna imagen. Aún cuando no recuerden haber pensado en algo mientras elegían los materiales para su producción, siempre recuerdan haber tenido imágenes en el curso del trabajo, mientras van recortando, pegando, modelando, etc.

          Las acciones y las imágenes que el paciente recuerda haber tenido durante el proceso de producción, y luego como espectador, funcionan como signos a develar a través del trabajo asociativo.

          Dichos signos remiten a significantes que pueden formar parte o no de símbolos ya constituidos, pero de todos modos nuestro trabajo apunta a descubrir los significantes individuales que guardan relación con características de objetos, de contextos a los que éstos se integran, de movimientos, que funcionan como referentes de percepciones o de esquemas de acción que nos orientan en aspectos relevantes de la subjetividad del paciente.

          El trabajo con el paciente parte de a) asociaciones dirigidas por preguntas del terapeuta sobre el recuerdo de los gestos que participaron mientras el paciente realizaba el trabajo (qué sintió, cómo lo realizó, etc.); b) asociaciones libres cuando el paciente observa su producción; éstas se enriquecen posteriormente con c) asociaciones que provienen de preguntas formuladas por el terapeuta respecto de las imágenes representadas, su ubicación espacial , las cualidades sensoriales correspondientes a los materiales que utilizó (texturas, colores, aromas, consistencias,) y preguntas orientadas por ocurrencias del terapeuta a partir de su atención flotante y dirigida intuitivamente según los signos corporales y comunicacionales que aparezcan en la sesión (excesivo interés o rechazo a ciertos elementos de la creación, lapsus, recuerdos de sueños o de fragmentos de otros trabajos anteriores, etc.)

          Son precisamente esos signos materiales y dinámicos los que van a guiarnos en el encuentro con la subjetividad del paciente. De ahí que la idea de una imaginación Material y Dinámica, material en tanto el cuerpo está presente en la misma formación de la imagen y dinámica en dos sentidos: en uno porque el cuerpo que está en el origen de la imagen es un cuerpo activo, en movimiento y el segundo sentido corresponde al concepto de dinamismo en términos psicoanalíticos, ya que el juego de fuerzas inconscientes intervienen en la elección de referencias para la construcción de la imagen.

          La Terapéutica de la Imaginación Material y Dinámica conduce a lo imaginario a través de la aprehensión cognitiva-afectiva de la historia del sujeto inmerso en una historia generacional.

          Esta aprehensión cognitiva-afectiva debe llevarse a cabo en el interior de una relación en la que el paciente pueda sentirse reconocido como ser singular y situarse también de una manera autónoma en el presente para poder construir y construirse de acuerdo a sus deseos y valores. De esta manera, en el marco de una reflexión sobre la propia subjetividad – intersubjetividad, podrá elegir y poner en marcha un proyecto personal vector de su existencia.


 

 

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Actualizada el 28 Noviembre, 2004 17:41

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